martes, 28 de febrero de 2023

Todos somos ángeles caídos deseando poder amar

Una breve miscelánea sobre nosotros los seres humanos. A propósito del budismo y las películas de Wong Kar-wai.


Deseo y represión

Me compre un libro sobre budismo. Quería comprender como llegar a aquello que tanta falta me hace: paz mental y emocional. Pareciera que los monjes budistas siempre están en paz. Siempre se ven tan tranquilos y sosegados, siempre dispuestos a brindar una sonrisa afable a quien les preste atención y mire a los ojos. El budismo es uno de los desarrollos más libres y heterodoxos que han surgido a lo largo de la historia, pues permite que cada persona o grupo de personas lo desarrolle a su manera, interpretado y adaptado las enseñanzas a su forma de ser; no obstante, en el transcurso de la lectura me di cuenta que el libro hablaba más sobre los seres humanos y cómo somos, que sobre algo búdico o alguna verdad trascendental por la cual facilitar este camino de liberación. Me refiero a ese deseo y anhelo incesante que todos tenemos. Deseo que produce a la vez esa búsqueda incesante del placer y una huida o rechazo vehemente al dolor y sufrimiento. Personalmente, en mi vida, nunca he experimentado tal cosa como la “iluminación” o el “despertar” que se les atribuye a las personas que han logrado desarrollar el budismo en sus vidas. A lo mucho, me he dado cuenta —justo un día en que estaba en el baño— que, nosotros los seres humanos somos también aquello que no nos gusta pensar o reconocer sobre nosotros mismos, pero que sin embargo somos o hacemos. Como hacer caca en el baño, por ejemplo.

 

Por otra parte, creo que las películas del director Hongkonés Wong Kar-wai retratan de una mejor manera lo que estoy tratando de decir, o lo grafican mejor: el deseo y anhelo de todo ser humano; el cual no tiene nada de malo hasta que ese deseo se convierte en pasión o padecimiento y termina degenerando en sufrimiento o en el lamento de la persona. O lo que es peor, y que creo muy estúpidamente intente hacer durante algunos años: intentar dejar de desear para así dejar de sufrir. Tomarse de forma literal las enseñanzas de Buda. La experiencia te enseña que aquello es algo imposible, comenzando así una represión brutal en tu interior que termina al igual que una olla a presión a la que se le ha terminado el agua: reventando. Más adelante, leyendo los libros de Alan Watts, quien se ha encargado de enseñar de forma accesible el pensamiento de oriente a los occidentales, corroboré este hecho. En su interpretación, Buda había dado esa enseñanza como una suerte de trampa para que la persona se diera cuenta de que no es posible dejar de desear: porque cuando quieres dejar de desear, estas deseando o continúas deseando, y esto te sigue atando al sufrimiento. En conclusión. ¡Desea nomás! Pero eso sí: lo que hagas con ese deseo, o las consecuencias que aquello acarree, eso ya es asunto tuyo.

 

No estoy del todo seguro si uno pueda aprender a desear o desear con inteligencia —si acaso tales cosas son en verdad posible—, como cuando uno aprende a saber en quien fijarse para poder establecer un vínculo o una relación; en todo caso, estaríamos hablando de que los gustos, intereses y deseos se van refinando o se van desarrollando. Van cambiando conforme la persona también cambie producto de las distintas experiencias y los errores que todos cometemos. Siempre que se extraigan las lecciones de aquellos errores, estas a su vez nos ayudarán a saber qué es lo que queremos o, por lo menos, a saber qué es lo que no queremos en nuestra vida. Cabe mencionar también aquí el saber cuándo abandonar una batalla que no se puede ganar o saber negarnos a comenzar una empresa de la que no tenemos la más mínima posibilidad de tener éxito. Piénsese en una relación sentimental o en una carrera profesional que no es para uno, o que la persona que queremos no nos quiere de la misma manera, etc. En estos casos, no se trata de armarse de valentía o coraje para comenzar a librar esas batallas. Se trata de necedad, capricho y estupidez. Solo los estúpidos y los necios pelean batallas que no pueden ganar, impidiéndoles aprender el “saber perder” como se dice; el aprender que: cuando se gana, a veces en realidad se está perdiendo y cuando se pierde en realidad se está ganado. Lo dejo a la interpretación del lector.

 

Bueno, volviendo a las películas de Kar-wai, hay algo más aparte de esta manifestación evidente del deseo y anhelo de toda persona. Es el resistirnos a aquello que más queremos. Lo que tanto nos resistimos a veces a querer creer. Películas como Chungking Express (1994), Ángeles caídos (1995) o Deseando amar (2000) son un buen ejemplo, o cuando no, se acercan mucho a esta faceta de los seres humanos, o quizá, solo de algunos seres humanos. Esto, sumado a la exquisita y a veces hasta narcótica forma que tiene el director de mostrar las escenas —por lo cual le han apodado como el poeta de las imágenes—, termina haciendo que las experiencias que viven sus personajes se logren transmitir plenamente a los espectadores. Algunos de sus protagonistas son individuos que viven en el desamor. No necesariamente al no ser correspondidos, sino, por encontrarse reprimido o resistido, muchas veces, por ambas partes: por ellos y por las personas que desean o quieren. A su vez, la melancolía o sentimiento de perdida ante la vida que viven algunos de sus personajes —y que quizá a muchos les resulte familiar o hasta agradable, rozando cierto grado de placer masoquista— hace que uno se sumerja o recuerde este tipo de experiencias si es que las ha tenido. Quién sabe y para todos los que se identifican con este tipo de sentimientos, estos sean producto más bien de que no se hayan tenido otras experiencias en el amor o no se hayan desarrollado otras formas de relacionarse o de amar, haciendo creer así que, por lo menos, de alguna manera, se está viviendo alguna forma de amor, aunque esta sea una forma invertida o de privación: un des-amor. No lo sé.

 

Miedo y angustia

Retornando al budismo, Thich Nhat Hanh fue un monje budista y activista por la paz vietnamita que murió el año pasado (2022). Él enseñaba qué, en nuestro interior, en lo más profundo de nuestro ser, yace oculto un núcleo conjunto de deseo y de miedo producto de la experiencia de estar vivos. Este núcleo conjunto comienza a operar inmediatamente al momento de nacer, al dar nuestra primera respiración. Comenzamos así a desear sobrevivir y temer morir. Este deseo y miedo originales, primarios, se extienden a lo largo de toda nuestra vida y subyacen a todos nuestros demás deseos y miedos; pues, paradójicamente, lo que más deseamos y anhelamos tener también es aquello que más tememos perder. Por eso, muchas veces, la vida puede verse dominada y avasallada por el miedo. Partiendo de este hecho, Nhat Hanh propone como solución el volvernos conscientes de lo que sentimos y experimentamos cuando el miedo aparece, respirando tranquila y profundamente. Inhalando y exhalando, siendo conscientes de nuestra respiración y de todo nuestro cuerpo, para así, tomar el control de la situación y que el miedo no nos domine y paralice. Por ese motivo, el hecho de lo que implica vivir y existir, el hecho de que uno esté vivo, produce angustia. Hay una angustia básica u original en cada uno de nosotros. Que seamos conscientes o no de ello, va a marcar toda la diferencia en nuestras vidas. Si somos conscientes, buscaremos formas funcionales de poder convivir con esta angustia, pero, si no lo somos, haremos todo lo posible para huir de esta. Ocuparemos todo nuestro tiempo de manera frenética quizá con el autoengaño del rendimiento y la productividad o con cuanto tipo de adicción encaje mejor con nuestras carencias, necesidades y formas de ser. Aquí un pequeño extracto del libro que habla sobre esta angustia:

 

“(…) Por lo general, evitamos esta experiencia tanto como podemos, porque es terriblemente destructora y dolorosa. Por lo general, tengo mucho cuidado de no estar solo conmigo mismo, sino de acompañar al yo con toda clase de experiencias. La gente que está ocupada todo el tiempo, que siempre tiene que pensar en algo, que siempre tiene que estar haciendo algo, incesantemente está huyendo de esta experiencia de la angustia básica u original (…)” [1]

 

Pensaba escribir un ensayo sobre el budismo en el siglo XXI o algo así, puesto que las enseñanzas y las prácticas nunca dejan de desarrollarse y se mantienen vivas con cada persona que lo adopta como su forma de vida, sin embargo, no tengo la menor idea de cómo se encuentre su desarrollo actual. Lo único de lo que puedo escribir es sobre mi experiencia personal y por lo que a mí respecta, mando todo esto al tacho. Por más que lo he intentado no he logrado integrar las enseñanzas del budismo a mi vida. Además, pienso que son las ideas o formas de vida de otras personas, no las mías. Uno no aprende a vivir por las enseñanzas o errores de otro, uno solo aprende a vivir viviendo. En ese sentido, dentro del budismo hay una frase que dice: “Si encuentras a buda en tu camino, mátalo”; refiriéndose un poco a que la llamada “iluminación” o “despertar” no va a venir de otra persona que no seas tú mismo. Bueno, creo que por lo menos en algo estoy de acuerdo con el budismo, pero aclaro al lector que esta no es una forma sutil de falsa humildad y que por lo bajo trata de insinuar que he llegado a algún tipo de conocimiento o algo parecido. Cuando digo que mando todo al tacho es porque en verdad pienso eso. No porque el budismo no sirva, para nada, todo lo contrario: me ha ayudado mucho en todos estos años. Lo digo simplemente porque no he logrado integrarlo en mi vida.

 

Epílogo: Amor

Hace unos días iba en un taxi con una amiga y empezamos a charlar y a recordar viejos tiempos y algunos viejos amigos. “¿Que será de él? o ¿sabes algo de ella? y, ¿qué es de ellos?”, etc. Al final, recordando a cada uno —dentro de los cuales me incluyo—, caí en la cuenta de que todos estamos un poco jodidos. Todos hemos venimos a este mundo un poco rotos por dentro y nos hemos ido curando de a pocos, entre nosotros, por el camino. Quizá buscaremos caminos diferentes o distintas formas para llegar a unir todas esas partes de nosotros mismos, pero, al final, la única forma de poder volver a unir todos esos pedazos rotos es con un abrazo. Un abrazo muy fuerte. Es estando en el regazo de alguien que nos quiere. La única forma o el único bálsamo para la existencia es el amor. Así como el título de la película de Kar-wai, pues, todos en el fondo estamos deseando amar. Porque, así como todos somos únicos y diferentes, a su vez, todos somos iguales también. Todos somos ángeles caídos deseando poder amar.


Ángeles caídos (1995) - Wong kar-wai



Notas:

[1] Edward Conze., (1951), El Budismo: su esencia y su desarrollo, Introducción. El “pesimismo radical”. México, D. F.: Fondo de Cultura Económica.



jueves, 19 de agosto de 2021

El mito de la modernidad y la reprogramación de la realidad

Este breve ensayo pretende cuestionar o ampliar nuestros horizontes y perspectivas respecto a lo que implica ser humano hoy en día. Planteando preguntas como: ¿Qué es el progreso o el desarrollo? ¿Son la ciencia y la tecnología nuestros nuevos dioses? ¿Qué es lo humano? ¿Qué es aquello que nos hace humanos en nuestra forma de vivir y relacionarnos? ¿Si el ser humano es un ser disruptor que irrumpe en la naturaleza, pero a su vez procede de ella, cual es nuestra naturaleza? 










sábado, 1 de mayo de 2021

¿Por qué seguimos en Facebook?

Imaginando otras posibilidades frente a la actual red social: Hacia una democracia en red

 

La pregunta que da título a este texto no se refiere a los motivos por los cuales seguimos en esta red social. El sentido de la pregunta es una exhortación: ¿Por qué seguimos aquí?, sin poder migrar a otro lugar o tener otro tipo de posibilidades que podamos usar.

 

Aparentemente con más opciones a elegir, los usuarios de redes occidentales pensamos el internet con los mismos valores y principios con los que se fundamentan nuestras sociedades: la libertad y la democracia. Nos repudia la sola idea de la dictadura y el totalitarismo, y nos alarma cuando nuestras libertades personales de acción, pensamiento, expresión y diversidad son acalladas por medio de la violencia, cuando no por la censura e intolerancia. No permitimos que estos derechos y libertades fundamentales sean reprimidas o coartadas, o, por lo menos, estamos en contra cuando todo aquello sucede.

 

La irónico y paradójico está en que permitimos que todo esto suceda de otras formas. Formas de las cuales estamos ya tan acostumbrados que incluso muchas veces no logramos ser del todo conscientes, o ignoramos, que estamos frente a un totalitarismo o hegemonía.

 

Cada generación que nace se construye teniendo como base la generación anterior. Las posibilidades que esta nueva generación tiene fueron escogidas o reducidas a las opciones que establecieron, voluntaria o involuntariamente, consciente o inconscientemente, la generación anterior. Esto se agrava cuando los antecedentes históricos (la posibilidad de que las cosas pudieran haber sido diferentes) se pierden y quedan olvidados en la historia; quedándose sin opciones con las cuales poder contrastar o comparar otras formas o medios de vida.

 

Cuando se instauro la infraestructura del internet dando paso al nacimiento de la red informática mundial, mejor conocida como world wide web en inglés o por sus siglas WWW, su creador: Tim Berners-Lee y todos los primeros entusiastas de la red se dieron cuenta que estaban frente a una forma de transmisión de la información que no se había podido lograr en el pasado y que revolucionaría (una vez más) las comunicaciones.

 

Internet en sus inicios fue un espacio de experimentación en donde la capacidad creativa y del desarrollo de ideas se vio potenciada enormemente gracias a las capacidades que puede ofrecer la red; pues justamente, el potencial de una red está en ese aspecto: mientras más personas se conecten más posibilidades se pueden realizar.

 

La web es una de las pocas ideas de la humanidad por la cual muchas personas alrededor del mundo trabajaron por el simple hecho de construir algo bueno y mejor para todos. A diferencia de otros inventos como los ordenadores o los primeros programas de software, los cuales se desarrollaron con fines bélicos como dirigir misiles o descifrar código enemigo. La web no fue este caso, esta si fue concebida con un fin altruista o por lo menos fue así en sus inicios. Pero, ¿qué paso con ese internet?, ¿y como llegamos a lo que ahora son los llamados gigantes tecnológicos que dominan toda la red (Facebook, Google, Amazon, Apple, Microsoft, etc.)?

Como toda creación humana y como toda la historia de la humanidad, internet fue vista por personas de negocios y empresarios como un lugar con un inmenso potencial hacia fines comerciales; pues que mayor poder que llegar a todas las personas y poder brindarles productos y servicios, ese es el sueño de toda empresa y toda la finalidad del marketing de hoy en día. No quiero detenerme en los aspectos comerciales de lo que hoy se ha convertido la red, y en los que fundamentalmente está basada toda red social o aplicativo que brinde sus servicios con la finalidad de recabar datos de sus usuarios y hacer dinero a partir de ello. De este aspecto se está hablando cada vez más y la población está teniendo más conciencia sobre la importancia acerca de sus datos, de los usos y las formas en que estas empresas recaban esa información y las repercusiones que esto pueda generar tanto a nivel individual como social.

En lo que quiero profundizar es en como la actual red social nos configura en la creación de nuestra identidad, comportamiento y la forma en que vivimos actualmente.

 

Identidad, usos y posibilidades

Cuando entramos en un entorno virtual nuestras identidades quedan reducidas a lo que los programadores han decidido que sea, para servir a los usos para los que fueron diseñados sus programas. Por ejemplo, cuando creamos un perfil de Facebook nuestras opciones de crear una identidad se limitan a una serie de categorías de opción múltiple: sexo (mujer, hombre u otra opción sexual), situación sentimental, experiencias laborales, estudios, etc. ¿Cuántas opciones de construir una identidad tenemos en realidad?, si estas son las únicas opciones que se nos brindan de antemano, ¿Como podemos expresar verdaderamente nuestra individualidad o diversidad?, si el formato o molde nos aplasta a todos cual aplanadora para homogenizarnos. (Estas opciones que se nos brindan son usadas hacia fines comerciales, para así, segmentar a las personas en grupos poblacionales y recabar valiosa información sobre sus patrones de comportamiento, gustos e intereses; con la finalidad de usar y/o vender esa información a distintas empresas, para después, enviar contenido y publicidad micro dirigida tratando de inducir o anticipar un comportamiento de consumo.)

Si nuestra identidad queda reducida al formato y opciones con las cuales opera esta red, lo mismo sucede con el uso que le damos.

 

La red social pretende simular las relaciones humanas, en este caso, los vínculos de amistad, pero lo único que logra, al igual que la identidad, es reducirla a una serie de interacciones y a un limitado número de posibilidades. Si bien una de las posibilidades más importantes que tienen las redes es compartir información que se considera relevante en un determinado momento: piénsese por ejemplo en las protestas del año pasado (2020) que se dieron en todo el Perú, por la moción de vacancia al presidente de turno por parte del Congreso de la República, y como las redes sociales mostraron la represión y el abuso policial, por lo cual, no solo se adelantaron a la prensa y medios de comunicación oficiales sino que mostraron lo que ellos en un principio no pudieron (o no quisieron) mostrar, para después terminar haciéndolo por lo evidente en que dichos actos quedaron registrados por miles de personas pudiendo así ser vistos y compartidos por todos a través de las diferentes redes. Esto fue algo muy bueno, digno de elogiar, pero no es la norma, es la excepción cuando se trata del uso que le damos a las redes. Por lo común, cuando no hay algo importante que este aconteciendo, compartimos información banal e irrelevante. Tratamos temas intrascendentes como la última tendencia, meme o excentricidad del momento, los cuales, tienen una duración igual de efímera que el tiempo en que dura su masificación (viralización). Terminando por desvanecerse y olvidarse como una ola que se disuelve en el mar, en el mar de datos de la virtualidad.

 

No sería justo enfocarnos solamente en algunos aspectos de las redes sociales para poder emitir un juicio y decir si son valiosas o no. Claro que lo son. Tienen muchos atributos positivos, sobre todo cuando se trata de acercarnos a las personas que tenemos lejos físicamente. Son un excelente medio para mantenernos en contacto y/o actualizados con nuestros familiares y amigos. Las redes sociales potencian esta capacidad de acercamiento. Sin embargo, cuando se trata de separarnos o alejarnos esta capacidad también se ve potenciada.

 

Ruido comunicacional: la nueva babilonia digital

Las redes sociales han demostrado que tan difícil puede ser desarrollar un dialogo con el otro a través de la empatía, la comprensión o, por lo menos, de la tolerancia y el respeto hacia lo que nos es diferente. La forma como está diseñada la red y los algoritmos que en ella operan con la finalidad de mostrarnos contenido y publicidad personalizada, han terminado por crear burbujas subjetivas y sesgadas sobre la realidad. Estas burbujas, en la que los usuarios quedan inmersos, se construyen a partir de las opciones elegidas en la información de perfil y las interacciones que los individuos hagan con otras personas, páginas y grupos (seguir, dar like, compartir, etc.). Esta visión de la realidad se ve reforzada por estas otras personas y grupos con gustos, intereses y pensamiento similares, cuando no idénticos, creando algo así como una caja de resonancia en donde solo se escucha, como reverberación o un eco, la confirmación de dicha realidad. Esto, sumado a como las personas tienden a rechazar y reaccionar (emocionalmente) frente a lo que les es opuesto o diferente han terminado por polarizar a la sociedad, en muchos casos, de forma irreconciliable. Este hecho ocurre sobre todo cuando la ideología o el dogmatismo secuestra la mentalidad de las personas.

 

Muchas personas terminan de construir su identidad real con ideologías de todo tipo y de toda índole, desde ideologías políticas y económicas hasta las que abogan por derechos o la igualdad de estos. Cuando se topan dentro de la red con personas que piensan de forma diferente u opuesta, se sienten inmediatamente atacadas o amenazadas, se lo toman como algo personal dirigido hacia ellos mismos; pues su identidad real está basada en esta idea, si atacan la idea sienten que los atacan a ellos mismos. Y cuando esto sucede (y los egos pueden más que la apertura mental o la comprensión) la mayoría de veces no se produce un verdadero dialogo. Lo que se produce muchas veces es una suerte de debate, llegando a volverse hasta retorico, en donde cada quien trata de defender su postura y rebatir los argumentos del otro, valiéndose para este propósito incluso de “pruebas objetivas” como datos, estadísticas, estudios o papers. De no ganar estos debates las personas tratan al menos de salvar su honor al saberse observadas por los demás. Esta situación se agrava cuando quienes comentan son trolls o haters cuya única intención es atacar o generar controversia. Las redes vistas en perspectiva desde este aspecto no son más que ruido comunicacional o una gran cacofonía. Una nueva babilonia digital.

 

Hay muchos otros aspectos que favorecen que no se de este verdadero dialogo o consenso entre las personas para que puedan rescatar las ideas o puntos de vista que comparten y tienen en común. Aquí quiero aclarar algo. La responsabilidad siempre estará en las personas, en cómo se comportan, con qué actitud se dirigen hacia los otros y que efectos tendrán sus actos en los demás; sobre todo, cuando la naturaleza del mundo virtual, a diferencia del mundo real, es que no se llegan a ver los efectos de dichos actos y el anonimato es un rostro que muchos eligen usar, justamente, y muchas veces, para librarse de tener que lidiar con alguna consecuencia; cosa que no sería tan fácil de hacer en el mundo real.

Pero, si bien somos nosotros las personas de carne y hueso las que hacemos las redes, pues sin personas reales no existirían, es el medio el que nos condiciona o impone el uso que le vamos a dar.

 

Democracia en red

Muchos de nuestros problemas actuales como la desigualdad social, el debilitamiento de la democracia, el surgimiento de los populismos, la radicalización de las personas hacia facciones e ideologías de todo tipo, encuentran un ambiente propicio para su cultivo, desarrollo y difusión gracias al uso de estas plataformas. Pero, también podemos ver estos mismos problemas desde una actitud de responsabilidad social, los cuales, se deberían a que no hemos sabido dar un uso y finalidad claras a estas tecnologías. Justamente, para no caer en dichos problemas.

Entonces, ¿por qué no pensar en diseñar un programa para otros usos u otros fines?

 

Cuando no está sucediendo algo relevante y nos encontramos compartiendo memes o en un pleno y acalorado debate sobre el tema que sea, si hay algo importante que está sucediendo en ese momento. Nuestro presente y el presente que viviremos* se está decidiendo cada hora que pasa con las decisiones que toman nuestros gobernantes y políticos. 

Como dice el historiador y filósofo Yuval Noah Harari la vigilancia de los gobiernos hacia los ciudadanos no puede ir solamente de arriba hacia abajo, tiene que haber también una vigilancia de abajo hacia arriba, de los ciudadanos hacia sus gobiernos.[1] Algunos gobiernos de otros países ya rinden cuentas a sus ciudadanos por medio de la tecnología. Esto hace que estos gobiernos sean más transparentes y que la ciudadanía este más atenta y sea más crítica con respecto a cómo se manejan o financian sus países. 

Actualmente existen tecnologías como el blockchain (cadena de bloques), si bien la mayor parte de su uso actual está enfocado hacia las transacciones comerciales y financieras (fintech), esta tecnología permite que se puedan hacer todo tipo de transacciones o movimientos de datos e información de formas seguras e infranqueables. Su funcionamiento se parece más a un libro contable en donde todos los usuarios de esta red tienen una copia de ese libro, que a la vez se va actualizando conforme se añada nueva información. La actualización y verificación de la información solo es posible mediante el conceso de las personas que conforman la red pues todos hacen la función de nodos dentro de ella. De intentarse hacer un cambio o modificación en la información todos lo sabrían. 

Esta tecnología permite que dichas transacciones, sin importar el uso que se le dé, sean seguras y transparentes pudiendo dar más legitimidad a cualquier proceso o propósito para el que se quieran emplear.

 

Pero pensemos en otras posibilidades. Actualmente lo que denominamos democracia liberal o democracia representativa no es más que el gobierno de algunas personas, en un breve periodo de tiempo, que no termina de representar los intereses de la mayoría de la población en el largo plazo. Estas personas sirven a intereses personales; intereses a corto plazo de empresas y corporaciones multinacionales por las que reciben fuertes sumas de dinero y son financiadas en sus periodos de campaña electoral. Al ser elegidas y obtener un escaño, estas personas modifican o crean normas y leyes que favorecen a dichas empresas; para después de cumplida su función o gobierno desaparecer a consta de los intereses y la vida de toda una población o país. Me refiero a las llamadas “puertas giratorias”.

No existe una democracia real o directa en términos de una gobernanza del pueblo o que este se determine a sí mismo.

 

Este texto no apunta a una conclusión o respuesta, termina como empezó: haciendo un llamado, una exhortación a todas las personas y ciudadanos, especialmente a las personas que escriben código y saben programar. Si tenemos Facebook como red social (resalto la palabra social) ¿Por qué no tener una red para otros fines, para otros usos? ¿Por qué no tener una red para decidir qué normas, leyes y proyectos del gobierno van y cuáles no? ¿Por qué no tener una herramienta o red para la gobernanza, para la ciudadanía o para fortalecer la democracia? ¿Por qué no hacer uso de la tecnología para hacer una verdadera democracia?: Una democracia en red.

 

Los retos son grandes a nivel técnico y de recursos como en la factibilidad que puedan hacerse realidad. No obstante, el primer paso es concebirlo e imaginarlo para poderlo crear. 

Los leo en los comentarios

 

 

Notas:

*Aquí uso la expresión el presente que viviremos por no usar la palabra futuro. Muchas veces esta palabra tiende a pensarse como algo abstracto, que está aún muy lejos de nuestro presente inmediato y no tendrá poder de afectación alguno; sin considerar que, cuando ese futuro llegue, se convertirá en nuestro presente actual.

[1] Harari, Yuval (26 de febrero de 2021). Lecciones de un año de Covid. Financial Times. https://www.ft.com/content/f1b30f2c-84aa-4595-84f2-7816796d6841



créditos: Dado Ruvic / Reuters